UN GRITO POR LAS MUJERES PERSEGUIDAS
Estábamos viendo el escrache a Begoña Villacís en la pradera de San Isidro cuando a una amiga de mi madre se le ocurrió decir que esa mujer, a dos días de dar a luz, no tenía que estar metida en una multitud. De nada sirve que le expliques que la multitud se había formado para acosarla, ni que estar ahí forma parte de su trabajo, porque la señora en cuestión es ya mayor y encima es de izquierdas, y si esos dos factores por separado imposibilitan que alguien se baje del burro, imagínense juntos. Con esos dos factores juntos es mejor callarse aunque escuche una barbaridad como "Que se hubiera quedado en su casa", porque aprendí hace mucho tiempo que la izquierda es reacia a admitir los errores que comete, aunque los cometan otros y aunque en el fondo sepan que es una barbaridad, y ya no tiene una la paciencia de entrar en discusiones que no llevan a ninguna parte.
A mí, por ejemplo, me cae como un tiro Irene Montero por lo que le hizo a Tania Sánchez, por estar donde está vía braguetazo, por no decir más que memeces y por trepa, pero no me habría gustado que le hicieran lo que le han hecho a Begoña Villacís, porque aunque para mí Montero sea la antítesis de lo que tiene que ser una mujer lo es de facto, y más estando embarazada. En ese momento una mujer es extremadamente vulnerable, y quien la ataca en esas condiciones es un auténtico canalla.
Sin embargo, si hubiera sido Irene Montero la víctima del escrache habría ardido Troya, porque para el feminismo sin sentido que reina en este país no se es mujer si no se es de izquierdas, y si el escrache lo sufre una mujer de derechas será por no haberse quedado en su casa, que es donde tenemos que quedarnos todas, pues no faltaba más...
Luego sale a cantar Marta Sánchez y le tiran huevos por facha, los mismos que han crecido con un póster suyo de cuando era sex-symbol y no se sabía que pensaba. ¿A quién se le ocurre ponerle letra al himno? Eso digo yo, a quién se le ocurre... Le pone una letra al himno de su país y pasa de ser el sueño húmedo de todos los españoles a ser diana de odio personificado en huevos, tirados por gente que los tendrá en las manos, pero desde luego no en los pantalones.
Hemos llegado a perder el respeto ya por todas partes, ¿pues no tiró Bódalo a una embarazada por la ventana y lo están agasajando como a un héroe? Si uno es imparcial no tiene más remedio que admitir que todos los casos de violencia que estamos viendo vienen de parte de los mismos. Y si me apuran, se están dando desde que el Coletas asomó su feisima cara por el panorama político, porque venía a eso: a crispar, a crear una brecha entre los españoles que llevaba cerrada cuarenta años.
De dónde sacan esa violencia y ese odio es cosa a considerar, porque es gente nacida en la democracia. Lo que no parecen tener en cuenta es que la gente, aparte de derecho a vivir con tranquilidad, tiene un límite. Si algo hemos aprendido los españoles es que no se puede vivir con miedo, y si para eso hay que alzar la voz se alza, que para eso somos libres.
Sirva este artículo como muestra de apoyo de una mujer a las perseguidas por su pensamiento, y de admiración por las que tienen el valor de defenderlo afrontando la barbarie, como Begoña Villacís, Cayetana Álvarez de Toledo, Rocío Monasterio e Inés Arrimadas. Son actitudes que marcan la diferencia entre ser una mujer o ser cualquier cosa.
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