CAPERUCITA ROJA, LA CENSURADA
Sorprende, por absurda, la exigencia ultrafeminista de censurar el cuento de Caperucita Roja por sexista, con la consiguiente exigencia de retirada y destrucción de ejemplares al estilo Inquisición, Noche de los cristales rotos o Fahrenheit 451 de Bradbury. Así es como las ideas irracionales se imponen a las contrarias: con la quema de libros, y en estos tiempos virtuales con la difusión de mensajes absurdos.
Lo malo de la gente partidaria de vaciar los estantes de las bibliotecas para hacer sitio a los libros que les interese es que no suele tener siquiera una idea básica de cultura general. Mucha de esa gente no tiene ni idea de a qué huele un libro, así que de psicología para qué contarles... Les parece que una obra no conviene al ideario y hala, a censurarla, al estilo neofascista de la izquierda radical: "No me gusta ésto: hay que prohibirlo".
Paco Ruiz reflexiona en Facebook sobre el silencio de los partidos políticos acerca de este tipo de barbaridades, y pone el dedo en la llaga sobre dos cuestiones importantes: Una, que a todo el que se alarma de ver hasta qué punto estamos perdiendo el Norte en este país se le acusa de fascista; y otra, que el auge de VOX como fenómeno social se debe en gran parte a que el ciudadano con dos dedos de frente está hasta las narices de leer y escuchar tonterías.
Paco Ruiz es uno de los contactos razonables que atesoro en mi cuenta. Analiza todo de forma pragmática, tanto que a pesar de los años que he pasado leyéndole ignoro cuál puede ser su ideología, si es que la tiene. Y cuando llama la atención sobre el hecho de que únicamente Santiago Abascal tiene interés y valor en denunciar el absurdo al que nos están llevando, lo hace con toda la razón del mundo. Abascal se alarma como político, y don Emilio Calatayud -el mediático juez de menores de Granada- hace lo propio con su personal estilo:
Emilio Calatayud manifiesta su indignación por la censura de Caperucita Roja moviendo, como siempre a la reflexión del absurdo: ¿Por qué Caperucita y no El Quijote, que ridiculiza a un enfermo mental, o EL lazarillo de Tormes? (en el que, por cierto, se llama `puta' a la madre por acostarse con un negro). Si nos ponemos así no queda vivo un solo libro, ni siquiera El Capital de Marx...
Y eso que la lectura de Caperucita Roja es altamente recomendable; sobre todo la versión original de Perrault, concebida para advertir a las niñas y adolescentes sobre las intenciones libidinosas de los pederastas. El cuento original es extraordinariamente simbólico: desde el color rojo de la caperuza (que simboliza la menstruación), el camino por el bosque (el paso de la niñez a la edad adulta) y la desnudez de Caperucita para meterse en la cama con un lobo disfrazado de abuelita. . Era demasiado para el siglo XVII, de modo que sufrió la primera censura por parte de los hermanos Grimm, y otras sucesivas hasta convertir el cuento de Caperucita en lo que hoy es.
Los comentarios en las redes a la noticia son casi unánimes: "Una gilipollez.. ¿no pueden ocuparse de cosas que de verdad sean importantes?" Pues se ve que no... O no pueden, o no les interesa.
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