LOLE MONTOYA: EL BELLÍSIMO GENIO DEL FLAMENCO
"-¿Conoces a Lole y Manuel?"
Quien me habla es Dolores Montoya a la puerta del hospital Virgen Macarena de Sevilla. De momento no me ha reconocido, son muchos los años que no nos vemos: veintidós para ser exactos; pero Dolores Montoya fue clienta mía cuando tenía yo mi oficina en la Plaza Nueva de Sevilla. En aquella época tenía mi hija mayor un año y ahora tiene 23, conque ya está cabal la cuenta del tiempo transcurrido. Yo no tenía idea de flamenco, pero sabía reconocer el genio cuando me lo ponían por delante, y más cuando ese genio asomaba a rafagazos por aquellos ojos gitanos, los mismos que tengo delante, solo que ahora están más apagados.
Tenía Lole ya entonces una sombra de dolor profundo en la mirada. Alguna cosa me contó al respecto como si hubiéramos sido amigas de toda la vida.. Lo que me contó queda entre mis recuerdos y Dolores Montoya, que no se paga con traición cuando alguien te distingue con su confianza. Diré tan solo que tenía pasión por su hija Alba - cosa comprensible y de todos sabida-, y que me contaba de su niña una tarde en que la mía, muy pequeñita, se dejó tomar en los brazos de Lole; unos brazos que han bailado, han expresado y han creado nada menos que un estilo de flamenco propio.
Por esta oficina y por la de la calle Imagen pasaron muchos famosos: Manu Tenorio, El Arrebato, Mami Quevedo, Antonio de la Torre... Pero entre todos ellos recordaba especialmente a Dolores Montoya, no se por qué, quizá porque no imaginaba que pudiera haber persona tan modesta de su propio genio.
Me pregunta a quién tengo ingresado, y se lo digo.
"-Ah, qué guapo... Y qué buena gente. Yo he trabajado mucho con él. ¿No podría buscarme algo? "
Le digo que Paco se retiró como regidor de TVE, y del mundanal ruido, hace más de cinco años; pero me da su teléfono por si me entero de algo.
Le doy el pésame por Manuel. Manuel Molina, el otro genio del dúo. Estaban separados, pero entre los gitanos hay lazos que no se rompen firmando papeles. Me cuenta que Manuel andaba mal desde la muerte de su madre, y que se fue detrás de ella.
No es alegre la conversación que tengo con Lole, y me van a perdonar que tampoco la comente. Si escribo este artículo es para que se sepa que, con un poco de ayuda, todavía hay dentro de Lole aquella fuerza grandiosa capaz de llenar el aforo de un teatro. Parte de esa ayuda tiene que venir de alguien que le ofrezca la oportunidad de volver a subirse a un escenario; la otra parte requiere un trabajo de superación personal, pero Lole Montoya tiene redaños para eso y para más.
Y yo tengo su teléfono para quien quiera contactar con ella.
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