PABLO IGLESIAS INDIGNA A LOS ESPAÑOLES CON SU RECHAZO A LA DONACIÓN DE AMANCIO ORTEGA
Antes de meternos en profundidades debo decir que si yo tuviera la fortuna de Amancio Ortega haría exactamente lo mismo, es decir: donar aquéllo que es necesario para la gente, porque al donar metálico se corre el riesgo de que termine en el bolsillo de alguno de estos listos que nos saquean las arcas públicas, y con ellas los recursos. Don Amancio Ortega hace muy bien en decidir en qué se invierte su dinero -que para eso es suyo-, y mejor todavía apoyando la lucha contra el cáncer, porque la realidad es que se invierte más en tonterías de la tía Carlota que en vencer esta enfermedad terrible de la que nadie está a salvo.
Las cosas se ven de un modo muy diferente cuando uno tiene posibles. Por muy bueno que sea el tratamiento contra el cáncer que da la sanidad pública hay que reconocer que, aunque sólo sea porque allí no hay lista de espera, quien tiene dinero se va a Houston o a Zurich. Probablemente José Carreras no estaría aquí si no lo hubiera hecho; no porque por aquellos lares tengan la panacea, sino porque se gana en tiempo, y para un enfermo de cáncer el tiempo es oro.
Por eso, cuando se tiene un casoplón en Galapagar y entran en la casa dos sueldazos inmerecidos e indecentes, la posibilidad de que algún día les toque la china se contempla con otros ojos, porque Houston teniendo posibles está aquí al lado. Entonces puede uno, si tiene esas entrañas, ocuparse en rechazar la donación de Amancio Ortega para quedar de digno, y que se jodan los enfermos de cáncer que podrían salvarse gracias al dueño de Inditex. En primer lugar porque a Pablo Iglesias los enfermos de cáncer sin casoplón no le afectan directamente, y en segundo porque no hay nada más insensible que un nuevo rico que haya llegado a serlo sin doblar la espalda.
Todo este golpe de efecto que pretendían causar los podemitas con el rechazo a la donación de Amancio Ortega se les ha vuelto en contra por completo. La gente está indignada porque el cáncer nos afecta a todos aunque sólo sea en forma de espada de Damocles suspendida sobre la cabeza, y que vengan unos señores que no han dado en su vida un palo al agua a decir que en una democracia digna no se aceptan limosnas toca mucho la moral: dan ganas de recordarles que ellos mismos son una de las razones que evidencian la indignidad de la democracia.
La aversión a Amancio Ortega no es más que envidia; envidia porque el hombre ha amasado una fortuna con su iniciativa, su esfuerzo y su capacidad empresarial -cualidades todas que brillan por su ausencia entre la cúpula de Podemos-; y dejo fuera a sus votantes porque habrá muchos que hayan sucumbido al mensaje de estos grandes embaucadores de buena fe o por ignorancia.
Esta gente viene a destruir todo lo bueno que ocurra en la sociedad, a emponzoñar cualquier gesto de solidaridad y sentido común que pueda aportar soluciones efectivas; a escupir sobre lo útil y bueno desde la atalaya donde se han subido aupándose sobre los hombros de los desengañados; a sacar provecho propio del figureo y de la tontería.
Cuando atacan las donaciones de Amancio Ortega en nombre de sabe Dios qué ignotos ideales, la gente sensata se alarma por si el industrial reacciona diciendo "anda, y que os vayan dando"... Pero no creo yo que a Amancio Ortega le preocupe lo más mínimo el veneno que destila Pablo Iglesias por esa boca, ni que considere ni por un segundo que tenga autoridad moral el podemita para decirle en qué tiene que gastarse su dinero.
Ahora solo queda que sus votantes lleguen a la misma conclusión y les exijan que se dediquen a trabajar por aquello para lo que les han votado. ¡A levantar el país, y no a hundirlo! Que si se piensa en los que están en este momento luchando contra el cáncer dan ganas de añadir la expresión con la que García Márquez termina su novela "El coronel no tiene quien le escriba": un contundente "¡Mierda!" como una casa, por no decir algo peor.
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