ANA JULIA QUEZADA: EL JUICIO DE LA BESTIA

Apareció con un cambio de imagen sorprendente, las greñas alisadas y los rasgos suavizados por el maquillaje. No es cuestión de racismo -negras hay espectaculares-; es cuestión de que en esta mujer lo negro le pesa en el alma, si es que la tiene: un negro de oscuridad pavorosa.

Por aquello de los contrastes vestía de blanco. Es lo primero que aconseja un abogado que entienda de impresiones visuales, porque el blanco se asocia con la inocencia y la virtud. Blancos eran los caballos de Ben-Hur para que en las tomas lejanas se advirtiera cuál era la cuadriga del bueno, y negros los de Mesala, que para eso era el malo. Y con este golpe de efecto se pretende que la mujer más negra que ha pisado España pase por un corderito arrepentido de haber tenido un momento tonto...

Lo de los jurados populares tiene que acojonar a un reo tan odiado por España entera, pero para eso están las artes escénicas: el blanco a lo Ben-Hur, la cara compugida y las lágrimas de cocodrilo son un intento desesperado de conmover, de crear en el jurado la duda razonable de no hallarse ante una alimaña, sino de estar juzgando tal vez a un ser humano.

La defensa de los padres de Gabriel ha expuesto que el niño agonizó durante una hora antes de que Ana Julia lo rematara. Ha relatado la saña con la que apaleó al chiquillo, y cómo después de enterrarlo se puso tranquilamente a pintar una puerta. Lo de dormir cada noche con el padre del niño mientras alentaba la esperanza de encontrarle con vida ya nos había sorprendido a todos como el colmo del cinismo; la grabación de la Guardia Civil hablándole al cadáver que llevaba en el maletero ha terminado por anular el efecto que hubieran podido tener sobre el jurado el blanco Ben-Hur y el alisado japonés.

Cuando se condene a Ana Julia Quezada a prisión permanente revisable surgirán las voces de los cretinos que la tienen por víctima, ésos que ahora nos acusan de racistas, misóginos y qué sé yo cuántas patrañas... Pero se habrá hecho justicia. Las voces de los cretinos no tienen el tono blanco de Ben-Hur, ni tan siquiera el negro de los caballos de Mesala... Son voces neutras, absurdas, producto de la estupidez humana; y la estupidez humana se encuentra en un pozo tan insondable como la oscuridad del alma de Ana Julia.

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