LA PATÁ EN EL PECHO

Una amiga mía, explosiva rubia con todo el arte de Triana y cuerpo de lo que es, bailaora flamenca de toda la vida, supo definir la esencia de la atracción por el macho Alfa con la expresión perfecta: “La patá en el pecho”. No se alarmen que es patada figurada, como la que dicen que dan los okupas en las puertas, que nunca es patada sino rotura de cerrojos y posterior entrada como todo el mundo: la patá en el pecho es un “ven acá pacá, Carmen Mari” sin intención lesiva, sino pasional. Los jóvenes de ahora le llaman “empotre”, gracias a Dios con toda la naturalidad del mundo.

 

Tengo por creencia cierta que quien entiende de baile entiende de cómo llevar el cuerpo por los senderos de la pasión con más acierto que el resto de los mortales, que después de todo el amor físico bien entendido es un tango horizontal más o menos acelerado; y más cierto todavía es que la Historia está llena de grandes amores que surgieron por hartazgo de amores anteriores, en los que el tango se quedaba en un lánguido vals tedioso y aburrido.

 

Aquí vamos a chocar de frente con el puritanismo, el gran enemigo del feminismo y de la feminidad; porque si una mujer se atreve a decir que disfruta con la patá en el pecho enseguida surgen los puritanos: antes surgían para ponerle la etiqueta de golfa, y ahora para que se calle, no sea que hablando de tangos acelerados hagamos apología de la violación y la opresión de la mujer, que es otra forma de cohibir y cuadricular la libertad sexual y de expresión.

A las mujeres no lesbianas nos gustan los hombres, eso es un hecho que no tiene por qué molestar a nadie, pero molesta. Las feministas de toda la vida podemos incluso tener al hombre por objeto sexual, y fíjense si será así que los tenemos enganchados al gimnasio y a los bonos por sesiones de depilación láser... pero por regla general preferimos al macho Alfa, aunque después el sentido común nos lleve a no incorporarlo a nuestras vidas y se quede en el plano de la fantasía; y cuando un hombre que nos gusta viene en plan “Ven acá pacá” no le vemos los tres pies al gato porque también nosotras sabemos dar la patada en el pecho.

Es tan natural como el propio instinto sexual, pero no se puede decir y mucho menos escribir sobre ello. Y por eso lo hago.

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